El cine es, por definición, un medio que cuenta historias visualmente. Si la narrativa funciona con igual eficiencia y de igual manera en forma de libro u obra, entonces lejos estará la película de ser buena. Los aspectos visuales del séptimo arte, por necesidad, tienen peso narrativo: aportan a contar la historia. El color, siendo uno de los elementos visuales más importantes, debe entonces también valor narrativo. Entonces se plantea la pregunta: ¿qué historias cuenta el color?
A lo largo de la historia humana, los colores han provisto información y significado en maneras específicas y consistentes. Cada color, a través de asociación y psicología, representa ciertas emociones y abstracciones. La asociación puede ser a significados ya existentes en el imaginario del espectador. Por ejemplo, en Home Alone abundan verdes y rojos, colores que la audiencia asocia con la Navidad en la cual se sitúa la película.
Sin embargo, la asociación también puede ser planteada por la obra misma – The Godfather, por ejemplo, asocia la muerte con el naranja.
Además de responder a marcadores culturales o a propósitos idiosincrásicos, los colores evocan sentimientos, aunque la significación no siempre es una y la misma. El rojo no siempre es sangre, ni el verde siempre envidia. Cada color, de hecho, plantea un abanico de posibilidades que parece existir en extremos opuestos de una misma escala.
El rojo, intenso y visceral, responde a las más primigenias emociones. La pasión que representa puede ser en forma de amor, así como las tonalidades cálidas de Her reflejan las vehementes emociones del protagonista.
Similarmente, se puede manifestar en forma de ira y violencia, como en una de las más importantes escenas de 2001: A Space Odyssey. De una forma u otra, el rojo es vivo, potente y decididamente humano.
Unos grados de saturación abajo, el rosa trabaja con emociones me nos agresivas, más templadas. La escala, variando de lo positivo a lo negativo, va desde la inocente dulzura de The Grand Budapest Hotel…
…hasta la suave melancolía de Lost in Translation.
El naranja, dicen los diseñadores, es el mejor para captar la atención – por algo los conos de tránsito llevan ese color. En efecto, el naranja es eficiente para denotar peligro, como lo demuestra Ciudad de Dios.
La energía y emoción del peligro también se transfiere a lo amistoso y entusiasta: Moonrise Kingdom vibra con con la cálida vitalidad de la juventud.
Hacia el borde de los colores cálidos está el amarillo. El color irradia energía que desborda en lo idílico, como ejemplifica de nuevo Moonrise Kingdom.
Del otro lado del espectro de emociones, puede retratar frustración y cólera – como predomina en la agresiva y estresante Whiplash.
El verde recuerda al ambiente, para bien o para mal. Suele retratar el entorno en el que se lleva a cabo la acción – sea la simulada realidad de The Matrix…
…o la frondosa Comarca de los hobbits en The Lord of the Rings. El verde funciona, entonces, en un eje que va de lo artificial a lo natural, de árboles y arbustos a químicos en sépticos laboratorios.
El azul es espacio e inmensidad. El color de los sabios tiende a ser calmante, como el que envuelve a Kiki, la bruja de la homónima película de Studio Ghibli.
Así como el mar reconforta, igual ahoga – la paradójica claustrofobia del azul está bien ejemplificada con esta toma de The Empire Strikes Back, unos segundos antes del inminente duelo entre bien y mal.
El púrpura, antes reservado a gobernantes y nobles, todavía lleva consigo ese aire de fantasía, misterio y rompimiento con lo mundano. A connotación positiva, el púrpura es un joven Luke Skywalker hipnotizado por la aventura que tiene por delante.
Del otro lado, puede ser el sobrenatural Kilgrave, antagonista con poderes de sugestión en la serie Jessica Jones.
¿Son el blanco y negro colores? En términos de física óptica, no, ya que no están en el espectro visible. En este contexto, sin embargo, cargan tanto significado como el rojo o el verde o el azul. El blanco puede representar pureza, como en The Beguiled…
….o vacío, como en THX 1138.
El negro, en el cine y en la moda, suele usarse para evocar elegancia, como en Breakfast at Tiffany’s.
Sin embargo, en el negro también habitan muerte y putrefacción, como demuestran los tonos oscuros del episodio Battle of the Bastards de Game of Thrones.
¿Y qué pasa cuando el color está por completo ausente? ¿Se pierde por completo ese aspecto de narrativa visual? No. Así como el cine mudo le dio significado al silencio, las posibilidades visuales que plantea el color le dan valor también a su ausencia. Al optar por hacer su película a escala de grises y no a color, el cineasta toma una decisión creativa a la que corresponde a un significado.
Al fotoperiodista Ted Grant se le atribuye la frase: “cuando fotografías personas a color, fotografías su ropa. Pero cuando la fotografías en blanco y negro, fotografías sus almas”. Eso mismo parece estar pasando en esta escena Manhanttan, en la que Woody Allen filosofa acostado sobre un sillón que evoca el diván de un psicoanalista.
La ausencia de color intima, pero también aleja. El blanco y negro puede ser usado para situar una película en el distante pasado, una página ya vuelta. Schlinder’s List, por ejemplo, recuerda a fotografías contemporáneas a la tragedia que retrata – la iluminación ayuda en gran medida a lograr tal efecto.
La psicología del color aporta ciertos significados al cine, pero no determina ni impone. El cineasta escoge que significaciones cromáticas representar, y estas bien puede provenir de otras fuentes, como asociaciones culturales o propias de la obra. De una forma u otra, la construcción del significado es un contrato entre autor y espectador, sujeto a decisiones individuales. Ni este artículo ni ningún otro sobre el tema se debe tomar como un rígido manual, sino como una colección de sugerencias para interpretar el color en el séptimo arte. Por algo ejemplifiqué con fotogramas concretos – la pregunta no es “¿qué significa este color?” sino “¿qué dice esta película al usarlo?”.
